Su construcción vino motivada por la necesidad de soterrar las vías y jubilar los trenes a vapor que unían Nueva York. Tardó en construirse, a partir de los bocetos, unos 10 años. Su declive fue en los años 50, con el boom del automóvil y la creación de zonas residenciales que hicieron que el tren cayera en desuso. Sin embargo, al construir zonas comerciales en sus galerías, le dieron una nueva vida y aire. De esa venta de rascacielos surgió el edificio de la Pan Am, ahora MetLife, de 59 plantas.
La verdad es que cien años después, Grand Central Terminal está más viva que nunca. Más de 100.000 personas utilizan a diario esta estación, un número que queda diezmado por la gran cantidad de turistas que visitan Nueva York y que entran a comer en sus restaurantes, comprar en sus tiendas o simplemente para hacerles fotos al edificio.
Lo más llamativo es la cúpula, preciosa, en la que puedes ver las constelaciones bajo un fondo azul. Es realmente impresionante. Su hall, Vanderbilt Hall, que es una sala de espera de más de 1.100 metros cuadrados. La decoración en general es estupenda.
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